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Desde Salkantay Hacia Machu Picchu: Día 03

18 de septiembre, 2015

En el tercer día de nuestra caminata en Salkantay fuimos despertados por un sonido de voces, el olfatear de perros y una intensa luz solar. Al salir de mi tienda observe a un grupo de caninos que se estaban dando un festín con las sobras del desayuno de los viajeros. Habiendo sido testigo de un número incontable de perros vagando en las calles de Cusco, la cantidad que se congrego en Sahuayaco, “La Playa” me pareció insignificante.

Las primeras millas de caminata de este día fueron a través de una calle que desembocaba en una granja de café orgánico. La cantidad de semillas de café secándose al sol era realmente impresionante. Debido a lo caro del procesamiento del secado de la semilla de café y lo barato que este se puede vender una vez procesado, según palabras de nuestro guía, gran parte de las semillas terminan como desperdicio en algunas granjas. Al igual que el segundo día, la ruta a seguir nos mostraba diferentes micro climas. Una de las cosas que aprendí y me sorprendieron acerca de Perú es la gran variedad de papas que se pueden encontrar, las cuales se cuentan por miles de tipos a lo largo del país. Y mejor aún, Mario había incluido varios tipos de ellas como parte de nuestras comidas.

Esta es también la primera parte del Salkantay trek que incorpora el Camino Inca. En cuanto empecé a tomar el paso para subir los 1000 pies hacia Llactapata, note que un perro de Sahuayaco, “La Playa” nos venía siguiendo. Un hermoso cachorro, parecido a un Doberman. Cubierto de pelo negro y brillante, con algunas marcas marrones y las patas delanteras que parecían haber sido sumergidas en pintura blanca. Inmediatamente lo nombre Blue, en honor a la mascota que mi tío trajo a casa durante sus días como voluntario de Peace Corp en Guatemala.

No sé por qué, pero algo me decía que tarde o temprano, Blue daría media vuelta y tomaría el camino de regreso a Sahuayaco, “La Playa”. Después de algunas millas de caminata, comprendí que Blue se quedaría con nosotros por mucho más tiempo. Hay muy pocas cosas, que son mucho más especiales que el vínculo que se puede establecer entre el hombre y el mejor amigo del hombre. Otros cinco viajeros en el grupo desarrollaron rápidamente una gran afinidad con nuestra amigo/mascota peruana.

A mitad del camino, a pesar de lo recorrido los días anteriores, Julia y yo llevábamos una ventaja de 2 millas sobre el resto del grupo. Blue caminaba junto a nosotros y aparentemente conocía el camino. Justo antes de llegar al punto donde acamparíamos en Llaqtapata, se adelantó para mostrarnos el camino como si fuera nuestro guía. Cuando le dimos el alcance nos encontramos frente a la puerta de unos restos arqueológicos incas, y Blue se había detenido en el umbral de las mismas.

Decidimos explorar los restos arqueológicos de manera rápida, antes de desempacar para esperar al resto del grupo. Como si fuera nuestra mascota desde hace mucho, Blue saltó y rodó a nuestros alrededor, para luego tomar una siesta. Cuando el resto del grupo llego, 45 minutos después, Blue saltaba hacia atrás lleno de emoción.

En el sitio arqueológico, Efrain nos contó acerca de la historia del inca que habitaba el lugar hacía muchos años atrás. También nos preparó para la hermosa vista de la que disfrutaríamos en Llactapata. Nos adelantó que podríamos apreciar el paisaje con vista a Machu Picchu y el valle de la parte baja. Esto me causo cierta duda, ya que me pareció como si fuese a ver a la novia antes de la boda. Mientras nos acercábamos al campamento, con Blue a nuestro lado, la hermosura del lugar me deslumbró. La vista desde este punto era envidiable e inigualable. Pasamos toda la tarde en esa colina, que parecía una hermosa esmeralda, observando con ojos ávidos la belleza de la región, además nos asegurarnos de compartir nuestra ración de comida con Blue.

Después del almuerzo, tuvimos el resto del día para disfrutarlo a nuestro antojo. Fue realmente muy gratificante tener un momento para relajarnos. A lo lejos, una tormenta se iba formando, justo en el área donde habíamos estado en el primer día de nuestra expedición y Salkantay, aparentemente habíamos empezado el recorrido en el momento preciso. Llactapata es una montaña con una construcción simple en la cima, alejada de todo, la cual está compuesta de algunas mesas y una cocina. Allí conocimos a un señor, quien vivía con sus hijos en aquel lugar. La vida que ellos allí tenían no era sino simple y perfecta. Había también algunos perros en el lugar, los cuales jugueteaban alrededor, y Blue hizo amigos rápidamente.

La noche llegó a Llactapata, a la vez que las nubes trajeron algo de humedad al lugar. Nos sentamos alrededor de una mesa dentro de la construcción y tuvimos una cena temprana con te y pop corn como aperitivos. La comida fue nuevamente la delicia de la noche, una vez más preparada por Mario, la cual estaba compuesta de pollo, verduras, arroz y un delicioso queque como postre. Después de la cena cada cual se dirigió a su tienda para descansar y estar listos para el cuarto día de exploración, esta vez tendríamos que caminar hacia Aguas Calientes, la entrada de Machu Picchu.

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