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Desde Salkantay Hacia Machu Picchu: Día 02

08 de septiembre, 2015

En el segundo día de nuestra aventura en el Salkantay trek, nos despertó una débil luz que iluminaba el cielo antes del amanecer. En las montañas el sol sale más tarde, ya que le toma un poco más de tiempo imponerse sobre los altos picos rocosos en el horizonte. Nuestro primer amanecer fue realmente frío debido al considerable descenso de la temperatura. La salida del sol coincidió con nuestro desayuno, un fascinante espectáculo que reveló dos picos coronados de nieve justo detrás de nuestro campamento. Definitivamente, “no hay mejor manera de empezar el día”, lo decía mientras disfrutaba de un café, un pan y quinua, deleitándome de una vista insuperable.

Las 15 millas (24.14 km) por recorrer ese día harían del mismo el más largo de nuestra expedición y la mayor parte de el, sería cuesta abajo. Lo más impresionante del Salkantay trek es el número de micro climas que uno puede experimentar. Empezar nuestra caminata a más de 12,000 pies (3,657 m) y escalar hasta los 15,000 pies (4,572 m) nos mostraría la belleza de la vegetación en los Andes peruanos. Descendíamos desde la parte alta de Wayracmachay protegidos por un techo formado por arboles altos y frondosos para ingresar a una jungla húmeda. A pesar de la excitación de este segundo día no podía dejar de mirar hacia atrás. La belleza indescriptible del paisaje me hacía pensar que estaba en un hermoso y profundo sueño y de vez en cuando tenía la sensación de que debía pellizcarme para despertar de aquel.

Descendimos rápidamente un poco más de 5 millas e inmediatamente la humedad se volvió agobiante. Lo exuberante y verde, que veía a mi alrededor, convirtieron mi mundo en un mundo sub-real, inimaginable, y con venas de agua que llenaban de vida cada rincón de aquel mágico paraje. Tuvimos que cruzar algunos puentes, no muy largos, hechos de madera para luego llegar a una pequeña comunidad. Mientras un enorme perro nos daba la bienvenida, una joven mujer cargando un niño vendía dulces y gaseosa. Un corto descanso nos sirvió para continuar nuestro camino hacia el punto donde almorzaríamos. Desde el lugar podíamos observar el valle detrás de nosotros y más arriba las montañas de las cuales habíamos descendido por la mañana.

Después del almuerzo tuvimos una larga caminata, durante la cual el viento soplaba fuertemente, hacia el punto donde estableceríamos nuestro nuevo campamento. La cantidad de agua en el camino elevo la humedad en el ambiente, y por primera vez, pudimos escuchar el zumbido de los mosquitos. Afortunadamente, no tuvimos problemas con los enjambres.

Nuestra última parada del día era una pequeña vivienda rural, al costado de nuestro trayecto. Julia y yo llegamos primero y aprovechamos para investigar juntos el lugar. Alrededor de la pequeña casa había gallinas, y unos niños jugaban futbol un poco más allá de un tendedero con ropa secándose al aire libre.

El tramo final del segundo día se divisaba empezando en un polvoriento camino hacia “La Playa”. Seguidamente pasamos por una villa, la cual era la zona más poblada vista en nuestro viaje hasta aquel momento. A pesar de lo denso de la población no había carros solo gente caminando al costado de nosotros en la calle, además de fugaces miradas para enterarse de lo que pasaba en la calle, algo que estos pobladores ya están acostumbrados a ver. El campamento de “La Playa”, se ubica justo al frente de unas bancas y un pequeño mercado. Nuestras carpas fueron armadas sobre un extenso campo de gras. Después de asearnos un poco y cambiarnos de ropa nos sentamos para disfrutar de nuestra cena hecha por Mario. Otro espectacular día acababa, pero nuestra excitación era notable por empezar el tercer día, la escalada hacia Llaqtapata.

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